La tensión arterial (TA) es la fuerza que la sangre hace sobre la pared de las arterias y su desajuste puede causar enfermedades importantes. Varía a lo largo del día según los circunstancias. Se alterna la tensión arterial sistólica conocida como “máxima” con la tensión arterial diastólica conocida como “mínima”. La máxima corresponde al momento en el que el corazón se contrae y expulsa la sangre a presión. La mínima, o presión diastólica, corresponde al momento en que se relaja el corazón.
Dieta: La historia del peso, la actividad física y el tiempo de ocio, la evaluación de las ingestas dietéticas de sodio, alcohol, grasas saturadas y otros patrones de la dieta son datos imprescindibles para poder realizar el tratamiento de esta enfermedad. Se recomienda baja en sal y en potasio (muchos alimentos elaborados y/o precocinados tienen potasio). Las deficiencias de calcio, magnesio, ácidos grasos esenciales y vitamina C contribuyen a aumentar la presión sanguínea. Ya se sabe que el alto consumo de azúcar, cafeína y alcohol está asociado con la hipertensión.
Estilo de vida: El tabaco, la obesidad, el estrés y una vida sedentaria contribuyen al desarrollo de la hipertensión. El consumo de alcohol, tabaco, café o el estrés hacen subir la tensión. Todos ellos son poderosos vasoconstrictores (estrechan las arterias) lo que obligan a la sangre a circular a más presión.
Entorno: La exposición a metales pesados como el plomo y el cadmio aumentan la presión sanguínea.
Fitoterapia: Algunas plantas se utilizan para bajar con rapidez la presión sanguínea hasta que puedan ser efectivos tratamientos más lentos, pero más curativos, de alimentación y estilo de vida. Las favoritas son el ajo (Allium sativa), el muérdago (Viscum album), el espino albar o blanco (Crataegus monogyna)… También se recomienda una combinación, en infusión, de olivo, espino blanco y abedul más una ampolla de manganeso-cobalto o sólo de cobalto. Las ampollas son un remedio de oligoterapia.