El aparato digestivo tiene una red neuronal de cien millones de neuronas

El sistema nervioso en los seres humanos se divide en dos partes: encéfalo que está dentro de la cabeza y la médula espinal en la columna vertebral, ambos forman el sistema central, mientras que todo lo demás es el sistema periférico. Una de las partes del sistema periférico es el sistema entérico, que es el que forma la extensa red neuronal compuesta por cien millones de neuronas que se encuentran en nuestro aparato digestivo. Pero aunque cien millones de neuronas pueden parecer muchas, son muy pocas si las comparamos con los aproximadamente ochenta y cinco mil millones de neuronas que tiene el cerebro humano. Por cada neurona que tenemos en las tripas tenemos ochocientas cincuenta en la cabeza.
Estructuralmente también ambos sistemas son muy diferentes.

El sistema entérico, cuya función es controlar todo el tracto intestinal desde el esófago al recto y también conecta con el páncreas y la vesícula biliar, está formado por neuronas alojadas en o junto a las vísceras. Estas neuronas se encuentran agrupadas en una serie de “bolas” de neuronas y otras células nerviosas, denominadas ganglios; y son los ganglios los que se ocupan de controlar procesos tales como los movimientos musculares del intestino, la secreción de sustancias digestivas o el flujo sanguíneo a esas zonas.


El cerebro es una única megaestructura que se divide en muchas otras estructuras especializadas en distintas funciones, y todas están compuestas por una serie de capas neuronales una encima de otra que se han tenido que plegar para poder caber dentro de la cabeza. Es una arquitectura neuronal bastante más compleja.
Así que el sistema entérico es mucho más pequeño y mucho más simple.

Los seres humanos estamos llenos de bichos: tenemos más de 100 billones de microorganismos encima, de los cuales una gran parte están en nuestro intestino. Allí participan pasivamente en el procesamiento de alimentos y liberan muchas moléculas al intestino: algunas capaces de llegar a la sangre e influir en el resto del cuerpo.
Esquema representativo de las principales vías a través de las cuales la microbiota podría influir en el sistema nervioso central: estimulación del nervio vago, sustancias secretadas al sistema circulatorio y estimulación del sistema inmune. Sampson et al., 2015.


La investigación sobre la microbiota, los microorganismos que tenemos en el intestino, y cómo esta podría condicionar la conducta humana es una investigación todavía muy reciente. Los primeros resultados ya apuntan a que la ausencia de flora bacteriana en ratones tiene un impacto en todo el cuerpo incluido el cerebro. Desde cambios en el apetito a estados anímicos, hay muchos estudios que relacionan cambios de flora bacteriana intestinal con variaciones en la conducta e incluso algunos trabajos intentan relacionarlos con enfermedades neuronales.
Todavía no sabemos en la mayoría de los casos cómo se producirían estos cambios. Podría ser un efecto directo: por ejemplo, algunos microorganismos intestinales son capaces de producir sustancias que en el cerebro funcionan como neurotransmisores (aunque en muchos casos no se sabe si realmente estos “neurotransmisores intestinales” pueden llegar al cerebro); o podría ser un efecto más indirecto ya que los microorganismos generan muchas sustancias que nosotros asimilamos y que podrían alterar nuestro metabolismo, nuestro sistema inmune u otro elemento que afecte después a nuestro sistema nervioso.

La serotonina es una molécula neuroactiva, bajos niveles de serotonina en el cerebro se han asociado a estados anímicos bajos, depresión, o la adicción. Como muchísimas moléculas en nuestro cuerpo, la serotonina no tiene una función única, su función depende de la diana sobre la que actúe. En el intestino, un tipo de células intestinales producen serotonina, que regula la motilidad intestinal.
Partiendo de esta abundancia de serotonina en el intestino, se argumenta que es clave cuidar nuestra dieta porque influiremos sobre la mayor parte de la serotonina que hay en nuestro cuerpo, y como de la serotonina depende mucho nuestro estado anímico, achacan a problemas alimenticios nuestros problemas anímicos.
Una mala dieta puede causar desequilibrios metabólicos que afecten al estado de ánimo, pero no tiene por qué estar relacionado con la serotonina intestinal. No se sabe si la serotonina intestinal puede llegar al cerebro. El cerebro tiene una estructura llamada la barrera hematoencefálica que regula la entrada de sustancias, y si una molécula no atraviesa la barrera, no puede entrar en el cerebro y afectar su funcionamiento directamente.

Bibliografía:

El aparato digestivo tiene una extensa red neuronal compuesta por cien millones de neuronas, Pablo Barrecheguren, www.naukas.com
La microbiota intestinal, un segundo escudo protector, Cristina Sáez,  www.lavanguardia.com
Cani, P. D., & Knauf, C. (2016). How gut microbes talk to organs: The role of endocrine and nervous routes. Molecular Metabolism5(9), 743–752.
Principles of Neural Science, Fifth Edition (2012).
Sampson, T. R., & Mazmanian, S. K. (2015). Control of brain development, function, and behavior by the microbiome. Cell Host and Microbe17(5), 565–576.

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